
En la clausura del curso de verano, llevaron brincolines y fue toda una celebración. Mi hijo estaba muy emocionado. A las 12:30 me hablaron para avisarme que mi niño se cayó del brincolín, que le dolía mucho su tobillo y que si podía pasar por él.
Cuando entré a Servicios Médicos, le vi su carita me di cuenta que realmente le dolía y que estaba sumamente asustado. Cuando tenía 4 años se cayó y se abrió la barbilla. Fue un niño muy valiente básicamente porque no sabía a lo que iba. Ahora que ya sabe cómo son los hospitales por dentro, los doctores, las jeringas y las agujas, lloraba de pavor.
Cuando conoces cómo funciona el cerebro Altamente Sensible sabes cuál es su necesidad primordial: Uno: sentirse a salvo. Dos: prepararse para lo que viene. Y necesitan prepararse para lo que viene para sentirse a salvo.
La sugerencia del doctor de la escuela era que lo llevara a traumatología para que lo revisaran cuanto antes. Pero yo sé que si lo llevaba así “en caliente” sale peor. Necesitaba un tiempo para descansar, que se le bajara el susto y la adrenalina y, después, preparase psicológicamente para poder ir.
Lo primero que hice fue llevarlo a casa, a un lugar donde él se siente seguro. Definitivamente no estaba listo para confrontar nada más. Se durmió, comió, descansó.
Sus alimentos fueron puras cosas que conoce y que le gustan –no es momento para conocer nada nuevo, ni introducir sabores ni texturas nuevas. Una vez que lo vi psicológicamente receptivo, le expliqué lo que le iban a hacer, que una radiografía no duele, que esta vez no iban a haber agujas ni hilos, pero que sí era necesario ir a que lo checaran. Él se estaba empezando a hacer la idea de que no le quedaba de otra y que no le iba a doler. Se estaba preparando para sentirse seguro.
Cuando llegó el momento de salir de casa, entró en pánico. No podía ni respirar, no paraba de sollozar, quería un tiempo a solas y definitivamente no quería ir al hospital por nada del mundo. Me preguntaba una y otra vez, “¿quién me va atender? ¿Cómo se llama el doctor? ¿Dónde esta el cuarto con la cámara? ¿Dónde me van a meter? ¿Qué tengo? ¿Esta roto mi tobillo? ¿Me van a poner un yeso?”
Si observamos bien, todas estas preguntas son para cubrir el punto número uno: sentirse a salvo. Mi respuestas una y otra vez fueron, “No sé, pero no me separaré de ti.”, “Ya nos irán indicando paso a paso, pero primero te van a revisar, luego te tomarán la radiografía, después esperaremos para que el doctor la vea y nos diga qué sigue.”
Hubo un momento en el que tuve que decidir no esperar ni un segundo mas, no alargar la agonía, cargarlo y meterlo al hospital. Él estaba bastante mal. Realmente alterado. No quería soltar mi mano ni un segundo. No paraba de hacerme preguntas, No quería que me distanciara ni para hablar con la recepcionista. Gracias al cielo que mi esposo nos acompañó y así él se encargó de los trámites y yo del pequeño.
La parte más horrible para mi fue cuando la doctora le movió el pie y a él le dolió al borde del llanto. Ahí es cuando yo sufrí –cabe mencionar que cuando se abrió la barbilla, la que estuvo a punto del desmayo, ¡fui yo! Si, las madres Altamente Sensibles somos fácilmente afectadas también.
Después de la radiografía, después de que lo inyesaron, es decir, cuando todo pasó y estábamos esperando los trámites, él se encontraba feliz de la vida. Si hubiera podido brincar y correr, lo hubiera hecho. Ahí aproveché para hacerle mirar cómo antes estaba muy asustado, cómo lo que yo le dije que iba a pasar, pasó y que todo estaba bien. Lo que yo hacía en este momento fue validar sus emociones y la experiencia. Esto es para ayudarlo a procesar el evento. Es un momento para conectar y apapachar.
Es interesante cómo una herida física, si no la sabemos llevar bien, se puede volver una herida psicológica.
Los niños son niños y los accidentes pasan. Eso es normal. Cómo lidiamos con los eventos inesperados que nos asustan, eso es lo que hace la diferencia. Cabe mencionar que una cosa es saber qué hacer y la otra es tener la estructura mental para hacerlo. Yo, me sentía tan alterada que para no hacer todo mal, tuve que escaparme unos minutos, tomar aire, pensar qué, cómo y cuándo para poder regresar y hacerlo bien, con cuidado, con conexión y respeto. Ser mamá no es fácil. De un HSP, ¡menos!
Démonos chance, respiremos y pensemos bien qué vamos a hacer. Nuestros hijos se lo merecen.
Photo by Pavel Danilyuk: https://www.pexels.com/photo/a-doctor-examining-a-child-patient-5998453/
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